al despertarse la aurora
al primer canto del gallo
cuando aún reinan las sombras.
Temprano unces la
yunta
con mano firme y callosa
y te encaminas al tajo
con hambre de muchas horas.
Con el sudor y la
sangre
que en tu frente y manos brotan
los surcos que vas abriendo
vas regando gota a gota.
Vuelves al anochecer
y con pena silenciosa
ves las manos de tus hijos
que rebuscan en de tu alforja
trocitos de queso y pan
que le has robado a tu boca.
R: Bersabé (10 de septiembre
de 2013)